Informe anual 2013
(Fragmento; puede solicitar el informe completo en la sede de Epona-Stiftung für Pferd und Umwelt c/o Mermagen, Kesselstr. 15, 53797 Lohmar, Alemania.)
El 2013 fue un año relativamente tranquilo en nuestro trabajo con los caballos de la Fundación Epona. Por su parte, el Proyecto Uerê en Rio de Janeiro ha tenido que seguir luchando con la brutal criminalidad de las distintas bandas, y la Copa Mundial de Fútbol arrojó sus sombras por anticipado, lo que se reflejó en un incremento enorme de los precios en todos los ámbitos de la vida y en las huelgas organizadas por los maestros. En noviembre, Annie Hasemanns visitó Eritrea y nos envió sus informes sobre el «pueblo de las mujeres» y el proyecto con las burras, que también recibe el apoyo de la Fundación Epona.
Apoyo para los caballos
Pero, informemos ante todo sobre nuestros caballos: la manutención de los animales exigió mucho tiempo, pero gracias a la ayuda de varios jóvenes de Francia y Alemania pudimos cumplir esa labor sin grandes desembolsos financieros. Durante el verano, Lennart y Valentina, de Fráncfort del Meno, pasaron un par de semanas en Normandía como huéspedes de la Fundación y se ocuparon muy afectuosamente de nuestros cuadrúpedos, sobre todo Valentina, una experta mujer de caballos, constituyó una gran ayuda. También Eva Reifler, de visionpure, estuvo allí cuando necesitamos ayuda para llevar adelante un transporte de envergadura; en otra ocasión vino Michaela Spoo y acompañó un trasporte de caballos hasta España. ¡A todos ellos, nuestras más cordiales muestras de gratitud, también en nombre de nuestros protegidos!
Un triste acontecimiento tuvo lugar el día 3 de agosto, después de la siega del heno. Nuestra pequeña yegua castaña Fanny abandonó la familia de Epona. Superó la edad de treinta años y murió tan apaciblemente como había vivido.
Proyecto Uerê: los maestros hacen huelga y las bandas hacen de las suyas
Los precios de los alimentos, las bebidas y la vivienda se han encarecido drásticamente en Brasil. Los ciudadanos salen a la calle y hacen huelga en demanda de mejores salarios. Las exigencias oscilan entre un 35 y un 80 % de aumento. En muchos casos, el gobierno apenas tiene otra opción y ha de aceptar las demandas, de lo contrario las ciudades se sumirían en el caos. Sin embargo, Annie Hasemanns, la asesora internacional de programa del Projeto Uerê, teme que eso sólo sirva para incrementar aún más la espiral de encarecimiento de la vida.
En el Proyecto Uerê todo sigue su curso, nos escribe Annie Hasemanns en 2014. El barrio pobre Complexo da Maré fue ocupado por dos mil hombres del ejército, cuya misión es, sobre todo, mantener en cierto modo seguras las salidas y entradas de la autovías que comunican el aeropuerto con el centro de la ciudad. Los jefes de las bandas de narcotraficantes pusieron pies en polvorosa, pero sus segundones siguieron en el lugar, manteniendo los negocios funcionando a partir de las instrucciones recibidas desde fuera del barrio. Annie Hasemanns opina que no puede hablarse de una auténtica pacificación de la zona, y el ejército volverá a retirarse en cuanto acabe la Copa Mundial de Fútbol de 2014. Nadie sabe qué va a pasar después. Para limpiar definitivamente de bandas criminales ese inmenso barrio marginal de 130 000 habitantes, sería necesaria la presencia permanente de 6 000 policías.
Lamentablemente, un importante patrocinador del Proyecto no pudo visitar la zona por motivos de seguridad. Habría sido una gran oportunidad para mostrarle in situ el trabajo y a los niños en su entorno, lamenta Annie Hasemanns, pero no debería ser así: «Me parece que los niños son nuestros mejores gestores de relaciones públicas, son tan naturales, ríen, juegan y aprenden a pesar de su pobreza».
Yvonne Bezerra de Mello, la directora de Uerê, fue amenazada y agredida, ya que hizo liberar a un pequeño delincuente que estaba atado al poste de una farola en Rio de Janeiro. Durante un tiempo tuvo que mantenerse oculta y hasta cerrar su página de Facebook. Fue también una época dura para el Proyecto Uerê, incluido en los ataques contra Yvonne.
El equipo de Uerê trabaja duro. Resulta difícil encontrar maestros cualificados y motivados. Nadie desea trabajar en esos barrios pobres, y cuando aceptan, exigen elevadísimas primas de riesgo. Las cosas no van mejor en las escuelas locales y públicas. Muchas veces los maestros no tienen interés y no cuentan con la formación adecuada. Trabajan en condiciones miserables y veces tienen que impartir clases a grupos de hasta cincuenta niños. No es de extrañar que convoquen huelgas a menudo. Sólo en el año 2013 fueron más de ochenta días de huelga.
Los informes sobre el final del curso escolar de los dos niños apadrinados por Epona fueron muy positivos: «Suellen lo hizo muy bien durante el segundo trimestre escolar y su promedio de notas en el semestre es muy bueno. Ha crecido mucho este año y presta mucha más atención en las clases de Uerê. Mientras que otros niños de su escuela tuvieron que hacer un examen adicional de recuperación (para mejorar el promedio), ella pasó de grado directamente. Veamos si puede mantener ese buen nivel durante el resto del año. Sigue asistiendo a las clases en el aula de Yvonne».
«La pequeña Talita repitió los buenos resultados del primer trimestre y pasó al segundo, y no muestra ninguna dificultad de aprendizaje. Todo el mundo cae rendido a su encanto. Su padre sigue en la cárcel, pero ese hecho no parece afectarle».
Eritrea: en la «aldea de mujeres» ayudan las burras
Un informe de Annie Hasemanns:
«En noviembre de 2013, visitamos una aldea que llamé simplemente «aldea de mujeres», ya que, aparte de niños y algunas viejas, no vi a un solo hombre. Las mujeres que visitamos están completamente a merced de sí mismas. Sus maridos han muerto, desaparecido o sólo vienen a casa raras veces, porque trabajan lejos. Las mujeres tienen que criar solas a los hijos, matricularlos en la escuela y procurar el sustento diario. En la mayoría de los casos, intercambian sus mercancías en la ciudad por otros bienes.
La aldea está situada a una hora de la capital del país, cerca de la capital de la región, donde los niños de la aldea asisten a la escuela. El paisaje es árido, todos los árboles han sido talados y consumidos como leña. Las casas están construidas de manera sencilla, tienen dos habitaciones y techos de ramas y paja o cubiertas con latón ondulado. Algunos alojamientos se protegen del fuerte viento y el polvo mediante una pared de piedra. Las bostas secas del ganado sirven como combustible, y cuando hay queroseno, pueden comprar un bidón lleno para alimentar la cocina de piedra.
Nos acompañó una mujer germano-eritrea que conoce bien a las personas del pueblo y nos ayudó con la comunicación. En algún momento nos vimos sentadas en los escalones de piedra delante de una casa, siendo recibidas con la tradicional ceremonia del café. Para ello se escogen los granos verdes, se tuestan y se cuece un café muy fuerte. Para acompañarlo, bastan unas palomitas de maíz y un pan árabe recién horneado. Algunas mujeres de las casas vecinas se acercaron y nos dieron una bienvenida efusiva y cordial. No podíamos entender casi nada, pero fue un parloteo divertido, con muchas risas. Se notaba que las mujeres allí se asisten unas a otras e intentan ayudarse.
Junto a la casa, en un pequeño terreno vallado, estaba la burra donada por Epona, conviviendo con algunas gallinas y dos pequeñas cabras. En la habitación donde estaba el fuego vimos algunas cebollas secas y medio saco de harina. Cuando la burra acabó de beber, la dejaron salir para que buscara algo de comer. En comparación con las otras, a esta familia le iba bastante bien. Se las arreglaban, me dijo la dueña de la casa. Pero todo dependía de la lluvia. Cuando llueve suficiente, puede cosechar higos de tunas, venderlos en la ciudad y, con ese dinero, comprar alimentos para la familia. Los animales encuentran hierba para comer y tienen crías sanas que se pueden vender.
La burra ayuda a la mujer en las labores diarias, carga los bidones de agua, piedras y paja y lleva los productos del agro al mercado. De ese modo, esta ama de casa y madre dispone de una mayor movilidad, no se agota tan rápido de tanto cargar, lo cual tiene beneficios para su espalda. Si las mujeres pueden comprar gallinas y cabras, cuentan luego con huevos y leche para sus hijos. La vida es muy modesta, y la burra un regalo enorme que mejora mucho la calidad de vida, haciéndola más fácil. Resulta asombroso con cuán poco se han de arreglárselas algunas familias y con cuánto sentido de la responsabilidad tratan los escasos recursos.
Nuestra traductora tiene una gran confianza en nuestra anfitriona y dijo que se ocuparía de ver quién en el pueblo necesitaba un burro con más urgencia. De modo que le entregamos una suma con la que se pueden comprar tres burras y prometimos volver en la primavera de 2014. En total, con el proyecto de las burras hemos podido ayudar, durante esta visita de noviembre, a trece mujeres y a sus hijos. Mientras tanto, se siguen recaudando más fondos que serán entregados durante próximo viaje. Entonces volveremos a la aldea para ver sobre el terreno cómo está la situación y qué ha cambiado en la vida de esas mujeres. También para ver si nuestras burras ya tienen crías».