Epona Talks
En el ciclo titulado «Epona Talks» (Charlas de Epona), discutimos sobre temas diversos como la protección animal, los derechos de los animales, las relaciones entre las distintas criaturas, como, por ejemplo, entre el ser humano y los caballos, la naturaleza, el entorno y el medio ambiente, la responsabilidad, etc. Por medio de esas charlas mostramos aspectos como el filosófico en relación con diversos temas, entre otros el de los «derechos de los animales», como puede verse en la entrevista con la filósofa francesa Florence Burgat, con la que comenzamos. También hemos hablado con la ex entrenadora y domadora Johanna Wiig, que nos ha contado acerca de su relación personal con los caballos, una relación que, en un mundo en el que se considera «normal» usar a los animales para provecho propio, resulta muy especial.
Ideas sobre un mundo vegano
Ahora quisiéramos presentarles un juego de ideas lanzado por Merlind Theile: ¿cómo sería todo si renunciáramos por completo a productos animales y viviéramos en un mundo totalmente vegano?
¿Cómo sería un mundo vegano?
Digamos que nos encontramos en el año 2035. Hace más de diez años ha sido abolido el uso de todo tipo de animal de granja. Eso ha cambiado por completo la vida en la tierra. Un juego de ideas de Merlind Theile (DIE ZEIT Nr. 2/2021, 7. Januar 2021)
¿Cuántas cosas son diferentes a lo que eran en el año 2020? Lo notas desde el momento en que despiertas. Tu manta está rellena de Lyocell, una fibra regenerada a partir de celulosa, hecha con madera, en este caso, eucalipto. Las plumas han desaparecido del mercado. Tu desayuno: café con leche de legumbres, pan con crema de untar hecha a base de aguacates, yogurt de anacardo. No hay huevos ni leche de vaca, nada de salchichas hechas a partir de animales muertos. Y que quienes proporcionaba todo eso, los animales útiles, han desaparecido.
Antes cada uno de tus días empezaba con ellos, o mejor dicho: con aquello que se extraía de ellos. La ducha matutina: gel de ducha hecho a base de colágeno de tejidos del cuerpo del cerdo. En tu champú había queratina de cuernos, pezuñas y plumas, tu loción corporal contenía elastina, hecha con tendones animales. En tu jabón, glicerina hecha a base de grasas de la matanza. Tu pasta de dientes: harina de huesos. El componente animal podía encontrarse en casi todo, ya que había demasiados animales útiles, los cuales, además, eran muy baratos. Tras ser eliminados, la industria dio un vuelco definitivo y empezó a usar materiales vegetales como soya, algas y cereales. Hora empleas un gel de espino falso que limpia a base de poliglucósidos. El ácido hialurónico de tu crema facial ya no se obtiene de crestas de gallos, sino de nabos fermentados.
También ha cambiado mucho el contenido de tu armario de ropa. Cierto que aún tienes zapatos de cuero y jerséis de lana, pero apenas los usas, son reliquias de tiempos pasados. El mercado se ve dominado ahora por textiles distintos, hechos, por ejemplo, a partir de algas, cortezas de árboles, cáñamo o corcho. Hace años te compraste tu primera chaqueta de Piñatex, un material hecho con la fibra de las hojas de la piña y que, tanto al tacto como a la vista, se parece al cuero. Lo desarrolló una investigadora española que había trabajado mucho tiempo en la industria del cuero y ya no deseaba ser partícipe de las consecuencias de esa producción para los animales, los trabajadores del sector y el entorno. H&M fue una de las primeras multinacionales de la moda que acogió en su colección los productos de Piñatex, ya en 2019, hoy se trata de un producto de masas. Pero también existe la otra cara. En el ramo textil, y después de la abolición de la cría de animales útiles, el mercado se ha visto colmado cada vez con más fuerza por las multinacionales petroquímicas. En lugar de cuero animal, una gran parte de las carteras, zapatos, muebles o forros de asientos de coches están hechos a menudo con materiales sintéticos con base de petróleo, como el polivinilo de cloruro (PVC) o el poliuretano.
Cuando vas a hacer la compra, te encuentras con estanterías a rebosar. Sólo en tu supermercado encontrarás decenas de bebidas sustitutivas de la leche. Las más comunes están hechas de soja, avena, espelta, arroz, altramuces, almendras, cocos y avellanas. O de guisantes amarillos. Se suele comprar esta leche porque su sabor es ligeramente dulce y tiene muchos nutrientes, más de un seis por ciento de proteínas, el doble de lo que solía tener la leche de vaca. La industria produce yogur y queso a partir de soja, frutos secos o cultivos de levadura. Hay cheddar vegano, queso azul, mozzarella y camembert. Lo que antes se elaboraba con leche tuvo tanta influencia en las culturas alimentarias que la mayoría de la gente no quería prescindir de ella. Así que primero las start-ups, y luego las grandes empresas, empezaron a elaborar casi todos los alimentos de origen animal a partir de plantas. Incluida la carne.
En 2019, un alemán medio consumía una media de 60 kilos de productos cárnicos o de charcutería
Aún recuerdas tu primera hamburguesa vegana, en una fiesta de jardín celebrada a finales de la década de 2010. «A base de proteínas vegetales», decía el envoltorio que estaba al lado de la parrilla. Era una hamburguesa de sabor jugoso y algo ahumado, bastante parecida a una hecha a base de carne de vacuno. Sólo que era mucho más cara. «A precio de oro», bromeó entonces el anfitrión. Pero ello se debía a que entonces casi nadie comía hamburguesas veganas. Hoy en día son mucho más baratas, porque han pasado a ser un producto masivo. En los centros de la industria de la carne, donde antes se sacrificaban a destajo los animales y se los procesaba para convertirlos en filetes baratos, los empleados elaboran hoy productos como el tofu y el seitán para convertirlos en salchichas, kebabs y hamburguesas. El carnicero al que le compras siempre también se ha reinventado, lo hizo ya incluso en tiempos en que todavía se usaba la cría de animales útiles. Él fue uno de los primeros en readaptarse poco a poco, de pasar de la carne animal a sus sucedáneos hechos a base de ingredientes vegetales. En la cortadora de su antigua salchichería, tritura tortas de arroz con agua, tomates, remolacha y especias para hacer «grasa de cebolla». Fabrica «salchichas de paté» con patatas (cremosidad) y garbanzos (troceado). Utiliza lentejas negras para hacer «morcilla». Una vez te contó que cuando aún comía animales, no se sentía bien. Debido a su trabajo, devoraba montañas de carne, a veces sólo la probaba en la cocina de embutidos. Engordó y enfermó, tuvo diabetes. Tras cambiar a una dieta basada en plantas, perdió 45 kilos. Ahora, dice su carnicero, está estupendamente.
No más experimentos con animales
En 2019, un alemán medio consumía una media de 60 kilos de productos cárnicos o de charcutería, casi el doble de lo que recomienda como máximo la Sociedad Alemana de Nutrición. Algunos estudios han puesto en evidencia que la carne puede enfermar a los seres humanos, varios científicos atribuyen el cáncer o los problemas cardiovasculares a su consumo (*1). En la actualidad, los habitantes de países industrializados siguen consumiendo muchos platos precocinados, y en los productos sucedáneos de la carne abundan sustancias destinadas a potenciar el sabor, demasiada sal o grasas. Pero, por principio, los veganos pueden llevar una vida más sana. Según un estudio de la Universidad de Oxford, una dieta vegetal balanceada evitará hasta el año 2025 en todo el mundo un total de 8,1 millones de casos de muerte, con lo cual se ahorrarían mil millones de dólares en gastos de salud. Por año (*2). Tú también padeciste antes algunas enfermedades. Nada serio, pero molesto. Una ligera artritis en las articulaciones de los dos pulgares. Altos índices de colesterol. Tensión alta. Tu doctora te dijo que todo eso tenía que ver muy probablemente con tu consumo de carne. Sobre todo la carne de cerdo contiene grandes cantidades de ácido araquidónico, que provoca inflamaciones en el cuerpo. Una alimentación puramente vegetal es baja en grasas saturadas (disminuye los niveles de colesterol) y rica en calcio (disminuye la tensión arterial). Desde que dejaste de consumir productos animales han desaparecido todos esos padecimientos. Ya no necesitas las pastillas contra el colesterol y vas a ver a tu médico una vez al año, principalmente, para examinar los valores en sangre. «Todo bien», te dice ella entonces, también el nivel de vitamina B₁₂. Ella te ha explicado que du cuerpo puede obtener todos los nutrientes que necesitade una dieta vegana balanceada, también los índices de hierro, calcio y vitaminas, con excepción de la vitamina B₁₂, que antes el cuerpo obtenía de la carne y los productos lácteos. Pero también podía producirse entonces por procesos bioquímicos, con la ayuda de ciertos microorganismos. Te tomas una cápsula al día cuyo envoltorio es también de origen vegetal, celulosa en lugar de gelatina porcina. Ahora tampoco hay nada de componentes animales en los medicamentos, esa fue una de las consecuencias de la prohibición de la explotación animal. La otra: la desaparición de los experimentos con animales. En un primer momento, muchos científicos criticaron ese paso, la llamada investigación de las bases, así como el estudio del sistema nervioso o la genética no pueden arreglárselas sin esos experimentos. Pero tu doctora te ha dicho que cada vez más se comprueba la veracidad de lo que los opositores a la experimentación con animales, incluidos los de la profesión médica, ya habían declarado en los tiempos en que aún se explotaba a los animales útiles: sin estos experimentos, se liberaron inmensas sumas de dinero de investigación para seguir desarrollando métodos alternativos, especialmente simulaciones por ordenador y los llamados sistemas in vitro, estudios con cultivos de células y tejidos humanos que sustituyeron a los experimentos con animales. Y, en general, todo esto proporciona hallazgos aún más útiles para el ser humano que los miles y miles de experimentos con ratas, monos o conejos, en los que solo en Alemania se utilizaron alrededor de dos millones de animales en 2019, criaturas vivas que nunca llegaste a ver. Pero eso ocurría con la mayoría de los animales de granja.
2020: 20.000 granjas porcinas con 26 millones de animales
Tampoco has visto nunca las que se encuentran en tu vecindad, en todo caso las habrás olido. Resides en el distrito de Vechta, en la Baja Sajonia, que antes era un centro de la cría de cerdos, en el que, estadísticamente, había ocho cerdos por cada ser humano. Vivían en naves cerradas, sin salida al exterior, a veces hasta 10.000 animales en una sola instalación. Solo el hedor de sus purines te recordaba de vez en cuando su existencia. En el año 2020, en Alemania había 20.000 granjas porcinas, con un total de 26 millones de animales. Cuando viajas en coche a través de los pueblos, ves de vez en cuando algunos establos abandonados. A raíz de la revolución agrícola que tuvo lugar alrededor del 2020, el gobierno federal presentó a los ganaderos un programa de retirada que seguía el modelo holandés. Doce mil millones de euros para un cambio estructural sólo en el ramo porcino, una proeza social que, por su enfoque, es comparable a las ayudas estructurales parala abolición de las minas de lignito.
No obstante, las protestas fueron grandes en el sector de la ganadería. Surgió un nuevo movimiento Bauern für Tiere (BfT) (Campesinos en favor de los Animales), que organizó varias marchas de manifestación y protesta hasta Berlín. En una ocasión, los granjeros y agricultores rompieron un bloqueo policial y llegaron hasta la Cancillería Federal. Numerosas personas resultaron más tarde heridas en los posteriores ataques con cañones de agua en el césped situado frente al Reichstag. Los granjeros también protestaron en otros lugares. En tu barrio y en las noticias de la noche, viste a ganaderos encadenándose a sus establos.
Áreas despojadas de seres humanos
Pero también hubo algunos que se alegraron de no tener que sacar sus ingresos a partir de la explotación de seres vivos animales. Los desmanes de la explotación de la ganadería intensiva eran evidentes, como lo eran también las muchas enfermedades y trastornos del comportamiento. Muchos de sus colegas, según contó uno de estos granjeros en el programa de Markus Lanz, habían reprimido en sus mentes los sufrimientos de esos animales. De repente aparecía una compasión que la mayoría de ellos se había negado a aceptar a lo largo de su vida profesional. Por otra parte, el dinero servía de gran ayuda para él y para sus colegas, dijo el hombre
Algunos ganaderos de mayor edad pudieron retirarse con el dinero de las compensaciones; los más jóvenes, por su parte, empezaron con él algo nuevo. Un conocido tuyo, que antes criaba cerdos, ahora produce vinos en la región de Osnabrück, al borde del Bosque de Teutoburgo. La cambio climático ha convertido al norte de Alemania en una región vinícola, y el Estado Federado de Baja Sajonia concede licencias para agricultores desde el año 2016.
I En el propio distrito de Vechta los suelos se han recuperado, entretanto, de las varias décadas de excesivo abono con los purines de los cerdos. El manto freático ya no está tan gravemente contaminado de nitratos. Se ha puesto freno a la propagación de gérmenes resistentes a los antibióticos, otra consecuencia de la ganadería industrial. Los antiguos criadores de cerdos que poseen tierras cultivables cultivan cada vez más otros cultivos en lugar de maíz para forraje, se dedican al cultivo de guisantes ricos en proteínas, de soja, avena, altramuces o colza, cuya demanda ha aumentado enormemente debido a la dieta vegana. O dejan grandes extensiones de franjas floridas para la biodiversidad. Hoy en día, esto también está muy subvencionado con dinero público.
Los más de 50.000 millones de euros que la Unión Europea paga cada año a las explotaciones agrarias en el marco de la Política Agrícola Común se han destinado en parte a compensar a los ganaderos y a transformar el paisaje. En tiempos de la ganadería, más del 70% de las tierras agrícolas de la UE cultivaban piensos, 125 millones de hectáreas, una superficie tres veces y media mayor que la de Alemania (*3). La pérdida de energía para el consumo humano era muy elevada: se necesitaban hasta siete calorías vegetales para producir una caloría animal. Un vegano necesita tres veces menos espacio para producir sus alimentos que un carnívoro. Esto liberaba mucho espacio, gran parte del cual se reconvertía. Numerosas zonas de páramos de la llanura del norte de Alemania, desecadas para uso agrícola hace generaciones, se han vuelto a humedecer como medida contra el cambio climático, ya que los páramos almacenan mucho más CO₂ en su turba que los bosques. También se pueden cultivar: Lees un reportaje en el periódico sobre un antiguo ganadero que cultiva los llamados paludicultivos en sus praderas rehumedecidas de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, donde ahora crecen alisos, juncos y gramíneas. El agricultor puede vender la biomasa de carrizo como combustible para la construcción o la calefacción. Según el informe, el rendimiento energético de la biomasa por hectárea equivale a varios miles de litros de gasóleo de calefacción. Otras áreas han sido ahora despojadas de todo rastro humano. El tamaño de las reservas naturales de la UE se ha duplicado desde el fin de la ganadería. Cuando los seres humanos dejan que la naturaleza siga su curso, en los barbechos de Europa Central crecen hierbas, luego arbustos, después árboles, y al cabo de uno o doscientos años ha vuelto el bosque caducifolio. La Lista Roja de especies amenazadas ya sólo tiene la mitad. Algunas especies de aves se benefician del hecho de que el número de gatos domésticos disminuye gradualmente; los gatos callejeros siguen matando millones de aves cada año sólo en Alemania. En principio, los gatos, al igual que los perros, viven bien con comida vegana para mascotas. Pero, ¿es realmente ético abolir los animales de granja mientras se siguen criando y manteniendo animales de compañía, que en última instancia sólo sirven para las propias necesidades? Este debate continúa en la sociedad hasta nuestros días. Cuando tu propio gato murió de viejo hace unos años, no compraste uno nuevo. Y mucha gente hace lo mismo que tú. Ahora te alegras mucho más que antes cuando ves animales viviendo en plena naturaleza; ardillas, erizos, mariposas. Durante los dos últimos veranos, has visto revolotear por tu jardín, de repente, mariposas blancas, las llamadas colas de golondrinas y algunas mariposas azules. En general, la población de insectos parece haber aumentado, en todo caso, tienes la impresión de que en el verano, cada vez que viajas con el coche por la autovía, tienes que limpiar con más frecuencia el parabrisas.
Reservas para el aprovechamiento animal
Es cierto que los pesticidas, considerados los principales causantes de la muerte de muchos insectos, siguen empleándose en la agricultura convencional, pero su uso es menor que en el pasado, también por la sencilla razón de que tras la eliminación delos cultivos de forraje ya no es preciso roturar tanta superficie. Además, gracias a las subvenciones de la UE, es cada vez más alto el número de campesinos que se pasan a la agricultura bio-vegana, que prescinde del uso de pesticidas. Y en lugar de sustituir los purines del ganado con abonos artificiales, esos agricultores emplean, por ejemplo, el pasto de trébol compostado. Un campesino del mercado te explicó en una ocasión que gracias a esos abonos el suelo recupera minerales que las plantas necesitan para crecer. Está, además, el orín humano.
También nosotros, los seres humanos, excretamos nutrientes fundamentales como el nitrógeno, el calcio y el fósforo, y antes lo hacíamos en el retrete. La revolución agraria ha puesto fin a ese derroche: entretanto, es posible recuperar hasta un 90 por ciento de los minerales contenidos en el orine humano y emplearlo en la agricultura. Entre los más codiciados está el fósforo. Según la Ordenanza sobre Lodos de Depuradora modificada, las ciudades alemanas con una población igual o superior a 100.000 habitantes están obligadas a recuperar el fósforo de los lodos de las aguas residuales de sus depuradoras. Los aseos públicos de estaciones de ferrocarril o estadios deportivos se han convertido en plantas de reciclaje de orina, y también hay una de estas instalaciones en la plaza del mercado de la ciudad de Vechta, en su distrito. Tras su procesamiento, de 1.000 litros de orina se obtienen hasta 70 litros de abono. Los procesos desarrollados en Alemania y Suiza para este tipo de extracción de fósforo se utilizan ahora en muchas regiones agrícolas de todo el mundo para compensar la pérdida de estiércol animal. En el año 2010, había ya en todo el mundo 82 millones de animales de granja, sobre todo cerdos, ganado vacuno, aves, cabras y ovejas. Más del 90 por ciento de los mamíferos no humanos en el planeta Tierra y 70 por ciento de las aves vivían únicamente para ser más tarde sacrificados por los seres humanos (*4). Todos los campos y praderas que servían para alimentar a esos animales de granja arrojaban en su conjunto una superficie tan grande como África. Casi un tercio de todo el consumo mundial de agua estaba en relación con la fabricación de productos de origen animal. Más del 14 por ciento de todas las emisiones globales de gases de invernadero tenían su origen en los propios animales o en la producción de sus alimentos (*5), con lo cual este sector generaba cinco veces más emisiones dañinas que todo el tráfico aéreo.
Chuletones de ternera argentinos en el mercado negro
El final de la cría de animales de granja ha permitido ahorrar un 70 por ciento de los gases de invernadero relacionados con la alimentación y liberado tres mil millones de hectáreas de tierra. Desde entonces, la faz del planeta sufre una transformación. En la televisión has visto documentales sobre la reforestación de partes de la selva tropical brasileña y la renaturización de áreas dedicadas antes al pastoreo intensivo en Estados Unidos. En muchas aguas que antes padecían a causa de la sobrepesca o las granjas acuícolas, se regeneran la fauna y la flora, por ejemplo en las Filipinas, que había talado dos tercios de los bosques de mangle en favor de la cría de camarones. En la actualidad, los casi nueve mil millones de personas en todo el mundo pueden alimentarse sin recurrir a alimentos de origen animal (*6), pero no en todas partes esto tiene lugar por igual. En algunos países menos desarrollados, la pérdida de ganado amenaza con hambruna. Sin sus animales de pastoreo, los pastores nómadas de las regiones áridas de Asia o África, por ejemplo, vieron menguar sus fuentes de alimentos. Por ello, las Naciones Unidas designaron en algunas regiones reservas en las que los animales pueden seguir siendo utilizados y consumidos por el hombre en condiciones estrictas, siempre que no haya caza de las poblaciones afectadas por la extinción ni se destruya el ecosistema. La comunidad internacional reconoce el derecho de los inuit a cazar focas, así como el uso del reno por los tsaatan en la taiga mongola o la ganadería bovina y caprina de los masái en África Oriental. Los habitantes de esas reservas pueden hacer uso de esos animales exclusivamente de manera sostenible y para cubrir las necesidades propias. El comercio de productos animales fuera de esas zonas especiales ha sido prohibido y se castiga con penas considerables. Lo cual no significa que ese comercio no exista. De vez en cuando oyes en las noticias informaciones sobre establos ilegales y carteles de la carne que ofrecen sus productos de contrabando también en Alemania. En el marco de un redada realizada en Brandemburgo el pasado mes, fueron arrestados 14 miembros de una red de contrabando dedicada a vender chuletones de ternera argentinos en el mercado negro de Berlín por sumas de hasta tres ceros.
Un servicio a la naturaleza
De modo que los llamados animales de granja no han desparecido del todo de la faz de la Tierra, los tenemos incluso en Alemania, y de forma totalmente legal. En las regiones costeras, las ovejas, como han hecho siempre, mantienen baja la hierba de los diques y apisonan las tierra con sus pezuñas. También en la región de Algovia o en la del Rhön siguen pastando en sus prados y praderas esos animales herbívoros que preservan esos paisajes tradicionales y su variedad de especies. Aves de praderas como las tarabillas o herbáceas como la sietevenas o hasta las margaritas podrían desaparecer si las superficies de prados se cubren de arbustos y acaban por convertirse en bosques. Pero mucha mano de obra antes empleada en la industria animal se gana hoy su dinero como paisajistas, guardias forestales o jardineros, se les paga por segar, por ejemplo, si bien en terrenos más intransitables y hábitats más sensibles esa labor pueden realizarla mejor los animales. Vemos por eso ahora en algunos lugares cómo las áreas verdes sirven al paso de vacas, cabras y ovejas. Aún están al cuidado de agricultores y granjeros, aún el Estado paga subvenciones por su labor con los animales, pero ya no se trata de producción, ya no se trata de extraer lana o cuero, de obtener leche o carne. Esos animales no son ordeñados por sus cuidadores humanos, tampoco se los mata para comer. Todo lo que hacen es un servicio a la naturaleza. «Los animales son mis empleados», así lo planteó una campesina en la granja donde pasaste las últimas vacaciones con tu hija. Allí viven unos cien animales, además de ganado vacuno, hay también cabras y ovejas, un par de gallinas y cerdos. Algunos provienen todavía de las grandes empresas de cría animal y fueron salvados de aquellos tiempos pasados. No tardó mucho tiempo para que esas empresas se paralizaran. En el transcurso de la eliminación progresiva, se decidió seguir utilizando los animales existentes, pero interrumpir inmediatamente su ciclo de producción: Simplemente dejaron de inseminarlos artificialmente. A las pocas semanas se agotó la oferta de pollos capones y a los seis meses la de cerdos de abasto. De los doce millones de reses, 26 millones de cerdos y 174 millones de aves de corral que había en Alemania, sólo quedaron unos pocos, fijados por cuotas estrictas. Ahora pastan, rebuscan y picotean en las llamadas «Granjas de vida» (Lebenshöfe), antiguas empresas de producción transformadas en centros educativos y de reunión. Grupos de escolares y de turistas visitan esas granjas. Y huéspedes de vacaciones como usted y su hija de seis años. A ella le gustan especialmente los cerdos. «Los cerdos», nos explica la campesina, son limpios, sociables y muy inteligentes. Les gusta hacer amistad con otros seres vivos, también con los seres humanos. Y, en efecto, a Irma, la cerda doméstica de trece años, parecía conoceros al cabo de poco tiempo. Cuando tu hija corría por la granja, Irma trotaba detrás de ella. Se dejaba acariciar y jugaba como lo hacían ates los perros de tu infancia. Si tu hija la llamaba, Irma atendía a su nombre. Y cuando la dueña un día nos contó que antes los seres humanos solían encerrar a criaturas como Irma, las mataban y las comían, tu hija se quedó pasmada. Sencillamente, no podía creerlo.
La pregunta
¿Cómo sería un mundo vegano? Eso quería saber nuestra lectora Christa Wittkämper-Hüppchen. Merlind Theile, que es ella misma flexitariana, quiso dejarse llevar por ese experimento mental: la idea de un mundo en el que los seres humanos ya no hacinan a los animales, no los sacrifican ni los comen. Los llamados animales útiles o animales de granja, sencillamente, ya no existen.
La investigación
Los estudios sobre esta cuestión están aún en sus inicios. Existen indicios claros de las repercusiones que pudiera tener una suspensión total de los animales de granja, por ejemplo en el clima. También en las superficies terrestres, en nuestra alimentación y en nuestra salud. O en la industria, la medicina, la industria cosmética o de la moda.
El escenario
La autora ha hablado con científicos y profesionales, ha revisado artículos especializados, documentación y estudios (véase una pequeña selección en las notas a pie de página). Y ha reunido todos los estudios de casos, cálculos y pruebas de modelos para hacerse una imagen. Una utopía basada en los resultados disponibles en la actualidad.